EL SHIATSU COMO TÉCNICA PARA TRATAR TRAUMAS.

EL SHIATSU COMO TÉCNICA PARA TRATAR TRAUMAS.

Por Miguel de la Vega. Publicado en la edición de 2020 de la Revista de la Apse.

Nota importante: en este artículo hay una descripción detallada de experiencias traumáticas de pacientes reales, contadas con las palabras con las que ellos las describieron. Las he incluido en este artículo ya que entiendo que va dirigido a un público profesional; los párrafos más duros están impresos en letra inclinada como esta, para que los lectores puedan saltárselos, si así lo desean.

Siempre me ha llamado la atención la facilidad con la que Shiatsu transporta a los receptores a momentos emocionalmente intensos de su pasado, acompañados con frecuencia de vibraciones, flashback y rememoraciones de la infancia o adolescencia, y todo esto casi sin palabras o incluso en completo silencio verbal. Mucho antes de estudiar en profundidad el “trastorno de estrés postraumático”, en adelante TEPT, ya acostumbraba a presenciar desbloqueos muy intensos y a presenciar el recuerdo de experiencias de abusos sexuales en la infancia, abandonos, momentos de pánico o episodios de violencia, situaciones que desde luego no sabía manejar, y acompañaba a duras penas.

A raíz de un curso de trauma en 2010 en Barcelona con Imma Bonet y Cliff Andrews, donde reconocí la sintomatología con la que me encontraba casi en la mitad de mis sesiones de Shiatsu, descubrí que esta era la especialidad en la que quería enmarcar mi práctica futura, así que emprendí la doble tarea de formarme en el terreno teórico sobre el TEPT, así como en el práctico para desarrollar un método de Shiatsu que permitiese acompañar de manera específica los desbloqueos de trauma psicosomático. En esta búsqueda, creo haber encontrado la razón por la que el Shiatsu es una técnica ideal para iniciar el trabajo con este trastorno, y un complemento de extraordinario valor para las terapias médicas y psicológicas que lo abordan.

Para explicarlo, empiezo por contar el origen y estado actual del tratamiento experimental más prometedor para los TEPT más severos, los de veteranos de guerra: por motivos legales no podemos publicar los nombres de terapeuta y paciente.



Al terapeuta, acostumbrado a trabajar con veteranos de guerra aquejados de estrés postraumático, le resultaba frecuente que no respondiesen a la psicoterapia convencional o lo hiciesen con extrema lentitud. Uno de sus pacientes, con quien ya había mentalmente tirado la toalla y estaba esperando simplemente al momento oportuno para comunicárselo, había estado en la segunda guerra de Irak-EEUU y su misión era especialmente dantesca; (no os recomiendo leer lo que viene a continuación si sois sensibles a las descripciones de eventos desagradables) viajaba en un vehículo blindado junto a varios compañeros que controlaban las carreteras locales y frecuentemente se internaban en territorio enemigo y eran pasto de emboscadas con animales muertos rellenos de explosivos situados en los laterales de la carretera, el temido “Dead dog on the left”. Su particular misión era la de recoger los cadáveres de sus compañeros fallecidos, a veces despedazados por la explosión, meter los restos en una bolsa y todo ello bajo la presión de fuego cruzado, para volver a su base lo más rápidamente posible y poder entregar los restos mortales a sus familiares. Esta situación se repitió varias veces, ya que sufrieron muchas bajas.

Cuando finalizó la guerra y volvió a casa, no fue capaz de mantener ningún trabajo, ni relación afectiva alguna, se divorció, se alejó de amigos y familiares, y era consumidor habitual primero de alcohol y luego fue añadiendo otras drogas, como cannabis, cocaína y éxtasis. Después de varios años de policonsumo, su adherencia a las sesiones de terapia que le ofrecía el Hospital de Veteranos había ido disminuyendo, hasta que dejó de presentarse a las sesiones.

En una de estas faltas, mi supervisor me pidió que fuese a su domicilio a realizarle la sesión para tratar de recuperarlo o cerrar definitivamente su expediente; lo encontré allí, bajo los efectos del éxtasis, y aunque el código ético de los psiquiatras impide tratar a alguien mientras se encuentra drogado, decidí hacerle la sesión más, reconozco, por cerrar el expediente que por otra cosa. Mi sorpresa fue que, por primera vez, este paciente empezó a hablar de sus recuerdos de la guerra, a describir las imágenes horrendas que le venían constantemente a su cabeza (y que eran la razón de su escapismo a través de las drogas) y pude mantener por fin una conversación sobre sus sentimientos.

Comprendí enseguida que el éxtasis pudo ser la razón de este cambio, que facilitó la intervención terapéutica y nos permitió empatizar y romper el bloqueo de los recuerdos traumáticos. El tratamiento con éxtasis es ilegal en EEUU y está perseguido por la FDA (U.S. Food and Drug Administration), por lo que paciente y terapeuta acordaron mantenerlo en secreto, y cuando finalmente se consiguió que el paciente saliese de los parámetros de TEPT y recuperase su vida normal, crearon un grupo completamente al margen de la Ley para el tratamiento de este tipo de enfermos con terapeutas voluntarios, mientras que publicaban su caso de forma anónima para fomentar una investigación autorizada con MDMA (fórmula sintética de la droga conocida como éxtasis) para este trastorno. Uno de los primeros pacientes en ser tratado públicamente en un ensayo experimental fue el soldado C. J. Hardin, en Charleston, quien recibió el tratamiento en 2013, declarando después: “Me cambió la vida, me permitió observar mi trauma sin miedo ni dudas, y por fin procesar las cosas y seguir adelante.”

Con posterioridad se han efectuado estudios más amplios, como el de Marcela Ot’alora de 2018 o el de Michael Mithoefer del mismo año, y todos ellos muestran mejores resultados en el tratamiento del TEPT con apoyo de MDMA que en los tratamientos anteriores sin uso de drogas, en los casos de mayor gravedad, incluso duplicando y triplicando las expectativas de remisión de síntomas.

Conviene entonces explorar un poco sobre el MDMA (3,4-metilendioximetanfetamina) y sus efectos; una sustancia actualmente ilegal, consumida por unos 20 millones de usuarios en todo el mundo, estimulante del sistema nervioso central y que, según el organismo oficial americano NIDA (National Institut on Drug Abuse), produce una intensificada sensación de bienestar, mayor extroversión, calidez emocional, empatía hacia otros, la disposición a conversar sobre temas de gran carga emocional y la intensificación de la percepción sensorial. El ministerio de Sanidad español recoge en su web este último dato especificando que es precisamente el tacto el sentido más intensificado por su consumo, añadiendo además la sensación de conexión con las demás personas.

Y es aquí donde encontramos paralelismos con el Shiatsu; ¿quién de nosotros, practicantes de Shiatsu, no hemos sentido conexión con nuestros receptores? ¿no es acaso la esencia del Zen Shiatsu el enfocar nuestros sentidos hacia la persona y sentirla desde nuestro centro? La sutileza de la presión mantenida con delicadeza, centrada en un Tsubo y con toda la presencia del terapeuta detrás, magnifica la importancia de ese contacto sutil, llegando a experimentar el receptor dicha presión como una experiencia global, integradora y que le conecta con el terapeuta, como en una danza lenta y trascendental.

Fue el maestro Namikoshi quien definió el Shiatsu como “Amor de madre”, y recientemente el maestro Haruhiko Masunaga, hijo del fundador del estilo Zen, definió el Shiatsu como “un contacto emocional entre las personas, un intercambio de sentimientos”. Creo firmemente, y las evidencias me lo confirman día a día, que una sesión de Shiatsu bien manejada, puede estimular en la persona la producción de oxitocina, la hormona de las relaciones sociales, y darle además el sentimiento de conexión y de presencia a través del tacto con la suficiente fuerza como para iniciar el desbloqueo de una situación traumática implantada en la memoria corporal y cerebral.

El trauma puede definirse de muchas maneras, y una de ellas sería una situación emocionalmente intensa donde hemos sido abandonados por nuestros semejantes, de tal manera que con nuestros propios recursos individuales no somos capaces de sobrepasarla, por lo que se produce un fenómeno neurológico denominado inundación, que destruye a su paso conexiones neuronales que impiden a la persona procesar la información y generan recuerdos con carga emocional constante. El TEPT sería entonces la repetición sistemática de este recuerdo en un intento frustrado de resolver la situación, que al no producirse bajo control y en una situación de terapia, provoca síntomas de activación de los que la persona trata de huir, generando un malestar constante y con gran afectación de su vida cotidiana. La única forma de dejar atrás un TEPT es reprocesar la información en un entorno seguro y de manera dosificada, para evitar que vuelva a inundarnos el recuerdo y se produzca la temida retraumatización, que fortalece los síntomas del TEPT y dificulta nuevos abordajes del recuerdo traumático.

El Shiatsu se convertiría así en una técnica ideal para establecer ese entorno seguro, a la vez que la persona se sienta conectada y, por tanto, acompañada en ese viaje de recuerdo y reevaluación de información, manteniendo en todo momento la sensación de no estar sola, de que no va a quedar desamparada otra vez, pues la presencia del terapeuta a su lado le resulta no solo confortante, sino también protectora.

Frente a abordajes químicos, con sustancias ilegales y peligrosas como el éxtasis, o abordajes exclusivamente cognitivos que no tienen en cuenta la memoria corporal, el

Shiatsu se muestra como una opción a tener en cuenta para enriquecer el tratamiento del TEPT en una sociedad donde cada vez es más necesario.

Referencias:

– Estudio de Michael Mithoefer et al (2018)

– Estudio de Marcela Ot’alora G. (2018)

– Ministerio de Sanidad sobre el éxtasis

– NIDA: National Institute on Drug Abuse

Miguel de la Vega

https://www.psicologia-migueldelavega.es/